“Toda una vida”. Así resume Francisco Ignacio Molina Sánchez, de 67 años de edad, cuartelero de la Séptima Compañía de Bomberos de Temuco los 40 años de servicio que este 2016 cumplió en esta institución.

Recuerda que un 8 de marzo de 1976 llega a laborar al Cuerpo de Bomberos de Temuco, luego de haber trabajado en la tienda “Telesur”, donde se vendían televisores en esta ciudad.

Su esposa le comentó que la Séptima Compañía, aquel entonces recién formada, requería contratar un nuevo cuartelero para que residiera en el recinto bomberil y se preocupara de conducir el carrobomba en las emergencias.

“Vine a ver el trabajo y me dijeron que venía un carro nuevo, el primer petrolero que tuvieron. Yo conocía a los hijos de los ya fallecidos bomberos, don Bernardo Roloff y Alfredo Mandell, transportaba a sus hijos a Villarrica, en los tiempos en que el camino era de ripio, así que me ofrecieron el puesto por si quería intentarlo. Conversamos bien lo que había que hacer, el cuartel era otro, chiquito, con ladrillo a la vista y piso de tierra, todo muy rústico, pero con casa de cuartelero y empecé, me hicieron practicar y a los tres meses estaba que tiraba la esponja, porque esto de Bomberos era algo nuevo para mí, pero con el tiempo me fui acostumbrando se me hizo agradable el trabajo”, recuerda.

El poseer un carrobomba cero kilómetro, algo poco común en aquella época, hizo que este cuartelero debiera acudir a innumerables emergencias, no solo en Temuco, sino en toda la región, tanto a incendios de pastizales, forestales, como también de inmuebles. “Hasta en Lastarria anduve apagando incendios, en los tiempos en que la movilización colectiva de Temuco llegaba hasta este cuartel. Aquí terminaban las casas de la ciudad y empezaba la tierra, solamente había un campamento cerca”, comenta.

Francisco Molina dice que por la experticia adquirida en conducir carrobombas, más de alguna vez le han ofrecido trabajo como chofer en el rubro de los camiones, pero nunca ha querido renunciar a Bomberos. “Nunca me he querido ir de aquí, estoy bien. Incluso me tentaron de trabajar en la Sexta Compañía de Padre Las Casas y por ahí por el año 1980, me ofrecieron irme como cuartelero a la Tercera Compañía, pero nunca quise retirarme de la Séptima”, subraya.

INICIO DE UNA TRADICIÓN FAMILIAR
En 1976 llega a trabajar casado y con dos hijos pequeños, sin pensar que el ejemplo del jefe de hogar sería el inicio de una tradición familiar de voluntarios. “Llegué casi con 27 años de edad, con dos hijos. Francisco, que hoy es bombero y Marcelo, el del medio. Cuando estaba aquí nació Alexis, que es conductor y hoy capitán de la Compañía. Ellos pasaban metidos aquí en el cuartel conmigo y solo el del medio nunca quiso ser bombero. Hoy ya tengo dos nietas que son bomberas y hasta la chica que tiene 12 años, la Génesis, ingresó como cadete a la Compañía. Yo partí esto en mi familia y siempre cuando ando con ellos me preocupo que todo salga bien”.

Consultado sobre sus proyectos futuros y si acaso piensa, debido a su edad, dejar el servicio activo como cuartelero, tomando en cuenta lo sacrificado de la actividad y que la emergencia no discrimina horario ni clima, dice que no se imagina haciendo otra cosa; “y seguiré hasta que Dios me dé fuerzas”, agregando que nunca ha sufrido un accidente de gravedad en su carrera al servicio de Bomberos, ya que siempre se debe andar atento a las contingencias.

“OTROS TIEMPOS”

Casi todas las máquinas que han pasado por la Séptima Compañía han sido conducidas por Molina, quien también debió ir a buscarlas a puerto o distribuidoras cuando llegaron a Temuco, y reconoce que los tiempos han cambiado mucho respecto a los años 70.

“Cuando llegué, eran otros tiempos, de bastante sacrificio. Imagínese que cuando uno era cuartelero en esa época, debía pasar todo el día y la noche encerrado en el cuartel, no se podía ir ni a la esquina a comprar pan porque no teníamos equipos de radio, entonces no se podía y había que estar pendiente del teléfono a magneto, “el cacharro” como le llamábamos y siempre había que estar cerca del aparato, no importa lo que uno estuviera haciendo dentro del cuartel, tanto así que ni al patio se podía salir; los días libres eran muy pocos, solo dos días al mes y el turno era las 24 horas del día, no como hoy que se aplica la Ley del Trabajo, hay más facilidades porque existen más conductores, más carros, más compañías y más personal en la institución”, puntualiza.

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Francisco Molina junto a una de sus nietas que integra una nueva generación de bomberos septinos.